Esto es así desde que tengo uso de razón, pero en su favor hay que reconocer que antes para toda la gente lo viejo era descartable y que la moda de considerar el valor nostalgioso de objetos que hasta no mucho antes eran una porquería es bastante reciente.
Gracias a las movidas de diseñadores, decoradores y creativos, lo que antes era viejo ahora es "vintage", o "retro". Y es cool (como dice el personaje de Ralph el Demoledor: retro es "viejo, pero con onda").
Hoy se encuentran objetos que en algún momento alguien tiró, pero ahora son "exclusivos", a precios exorbitantes en los mercados de pulgas, esos lugares a donde se iban a buscar ofertas a precio de ocasión porque, justamente, eran de descarte.
Uno de los primeros sacrificios que recuerdo fue el del "tocadiscos". Mi mamá le regaló a un botellero (como se le llamaba entonces al cartonero) el aparato completo, más todos los discos de vinilo que había en casa. No tenían sentido: la novedad, el anuncio del "futuro", era un pasacassette (como le decíamos mi hermana y yo) Aiwa, así que para qué guardar todo ese mueble que ocupaba tanto espacio en el living.
Entre los vinilos descartados recuerdo (entendí su valor mucho después) el disco "Help", de los Beatles, y el primer disco de Almendra. Duele, ¿no?
Y así, los años pasaron y los muebles fueron cambiando, la ropa de la infancia se fue donando, al nivel extremo de no quedar ni un escarpín de recuerdo y lo "nuevo" se fue abriendo paso.
Un sobreviviente: jueguito de Nintendo "Octopus"
Por suerte mi mamá no se lleva con las nuevas tecnologías. Y digo por suerte porque eso implica que se detuvo su afán de eliminar objetos de otras épocas.
Sin embargo todavía lamento su última víctima: un televisor Noblex de caja naranja, blanco y negro, de los años ochenta que estaba en un departamento en Villa Gesell.
Allí llegó ella, con su afán obsesivo por el orden y la limpieza, y no tuvo mejor idea que sacar esa caja, desde su punto de vista inútil y obsoleta, a la calle.
Yo no estaba. Cuando me enteré, lo lamenté de veras. No sólo se iban con él algunos pesos que se habrían obtenido de venderlo en lugar de tirarlo. Se iban también muchísimos recuerdos de la infancia, de los veranos, de cuando había que levantarse del sillón para cambiar de canal porque no existía el control remoto, de cuando los canales se captaban con la antena.
No es que pretenda que cada casa se convierta en un local de anticuario, llena de cosas viejas. Pero realmente no molestan un par de objetos puntuales, que alberguen recuerdos y además le aporten algo de estilo al lugar.
El "vintage" es moda. Sin embargo la nostalgia, los recuerdos, son personales. Y eso es lo que está bueno conservar.