La idea en cambio, de fuerte convicción superflua y pasatista, es aligerar las consecuencias de estos incómodos oscurecimientos con una visión optimista, casi lúdica diría, de la cosa.
Por eso propongo empezar por los juegos, justamente. (Dado que ésta es una página de acceso libre, haremos hincapié sólo en aquellos juegos en los que pueda participar activamente toda la familia).
Sombras chinescas, por ejemplo. Qué mejor manera de tranquilizar a nuestros cyber chicos, que viven enchufados a aparatos y conectados a redes las 24 horas, que sentarlos un rato con apenas una linterna o la luz de una vela, en caso de ahorro energético máximo, a adivinar qué animalito es tal o cual sombra proyectada en la pared. Padres, tíos, abuelos, y cualquier otro sobreviviente de generaciones anteriores podrán aportar su creatividad para deleite de los chicos, que tras un conejito y algún otro bicho, se dormirán de aburrimiento en la oscuridad cómplice que les otorga la compañía de luz.
Cuarto oscuro. Como por trabajos técnicos es probable que la luz vaya y venga de a ratos (está pasando en Ramos Mejía en este momento), se puede aprovechar para esconderse. Dejen la tecla de la luz en encendido así cuando la energía vuelve e ilumina al tío que todavía no encontró dónde meterse, por ejemplo, es sorpresa para todos. Avísenle a sus niños que la luz roja del stand by de algunos artefactos electrónicos se ve igual en la oscuridad, así que deben dejarlos sobre la mesa si no quieren ser descubiertos.
Ya no tan lúdico, o sí, depende de cómo se desarrolle la cuestión, es otro uso del corte de luz para aquellos afortunados (esperemos que así lo consideren ellos también) que están en pareja: cena a la luz de las velas.
Convengamos que la oscuridad nos agarró sin mucho margen para preparativos, así que habrá que conformarse con el pedazo del matambre de Navidad que todavía está en la heladera, alguna ensaladita y lo poco que puedas improvisar. Las velas no son de restaurant, apenas unas Ranchera ya usadas en apagones anteriores, que se derriten más rápido que el helado que aguarda en el freezer, también desde el pasado 25. Lástima que quedó sólo el almendrado o esos sabores que todos dejan para lo último, pero todo vale en pos de recuperar el romanticismo.
Convengamos que la oscuridad nos agarró sin mucho margen para preparativos, así que habrá que conformarse con el pedazo del matambre de Navidad que todavía está en la heladera, alguna ensaladita y lo poco que puedas improvisar. Las velas no son de restaurant, apenas unas Ranchera ya usadas en apagones anteriores, que se derriten más rápido que el helado que aguarda en el freezer, también desde el pasado 25. Lástima que quedó sólo el almendrado o esos sabores que todos dejan para lo último, pero todo vale en pos de recuperar el romanticismo.
El único inconveniente para la velada perfecta es que estás sumida en una ola de calor que alcanzó hasta a Nueva York. Él llega todo transpirado del trabajo y no le gusta bañarse a oscuras, así que le espolvoreás desodorante como si fuera Flit a los mosquitos.
A no decaer, muchacha, que en cualquier momento te devuelven la luz por un rato y podés zafar mirándote una película de Nora Ephron.
Para las solas (aunque también puede practicarse en pareja, pero no discriminemos) está la posibilidad de cumplir la fantasía del baño de inmersión rodeado de velitas.
Claro, tenés que cumplir ciertos requisitos previos. Primero y fundamental: tener bañera. Ignoren del todo este comentario aquellas que viven en casas con "practiquísimos" box de ducha.
Segundo, haber comprado con antelación las velas y la espuma o sales aromáticas para baño. El jabón blanco no sirve, chicas, para darle glamour a este momento, mal que nos pese. Cualquier cosa busquen bien en el mueble del baño, siempre hay algún viejo regalo que incluía estas cosas.
Una vez preparado todo, a llenar la pileta. Eso sí, te deseo que tengas termo o calefón a gas, porque si en aras de la modernidad te instalaron uno eléctrico, bueno, a menos que te guste el agua fría, vas a tener que dejar la cosa para la próxima (casa en la que vivas).
Cierro este ya extenso post con una reflexión que siempre me surge en estas situaciones, cuando reniego de andar a oscuras y no tener toda la casa iluminada como salón de fiestas. O cuando me quejo de que no se me ocurre qué escribir, y entonces recuerdo a todos aquellos cerebros brillantes, escritores anteriores a Edison, que desarrollaron sus palabras a la luz de una vela, en pergaminos y con pluma y tintero.
Mi absoluta admiración a ellos, escritores a pesar de la incomodidad y dificultades. De ustedes es la verdadera luz. La de las ideas.