sábado, 31 de octubre de 2015

No uso paraguas

No uso paraguas. Jamás.
Todo comenzó con que siempre los perdía, pero terminó siendo una cuestión de principios: NO CREO en los paraguas.
No evitan que te mojes, excepto un poco el pelo, pero cuando llueve complicado, con viento, con agua en todas direcciones, te empapás igual. 
Por otro lado, no existen en versión "manos libres". Te ocupan una mano al menos, seguro, y las dos si estás en plena tormenta, con ráfagas que te sacuden y esa exigencia de manejar al artefacto en cuestión como si fuera toro mecánico. Evitar que se vuele, que se doble, que te quede dado vuelta hacia arriba, todo requiere de un desenvolvimiento gimnástico digno de un atleta. Y mientras tanto, te mojaste, claro.
Sobre estos puntos no he reflexionado sólo yo: a continuación les adjunto la imagen de un diseño de paraguas copiado del cono del silencio de Maxwell Smart que confirma lo que digo. 


Cuando los tenés que cerrar mojados, son molestos. Subís al colectivo y ¿dónde lo ponés? Parado al lado tuyo, mientras se deleita y te moja al chorrear. El agua que te evitaste en la cabeza ahora la tenés en el pantalón o las medias. Genial.
Luego está la cuestión ambientalista: la mayoría de los paraguas son descartables. No sobreviven un vendaval. Antes, cuando eran de mejor calidad y por ende precio, existían los que los arreglaban. Varillas arqueadas o descosidas, trabas falseadas, todo podía repararse y el propietario gastaba su dinero en mantenerlo útil. Hoy sin embargo, cuesta mucho menos uno nuevo comprado de ocasión bajo la tormenta que arreglar uno viejo. Así es como luego de fuertes lluvias nuestras calles se convierten en una suerte de cementerio de paraguas rotos. Como si le hiciera falta basura suelta a esta ciudad.



Otro factor digno de análisis y repudio es la idiosincracia promedio del usuario de paraguas. Egoísmo sin fin.
Primer lugar para los que van con el paraguas abierto por debajo de los balcones y techos indispensables para vos que no tenés más que la capucha. ¿Si traés paraguas para qué evitás la lluvia? ¡Correte!
Segundo, los petisos con paraguas: las puntas de las varillas le llegan a la gente de estatura mediana a la altura del ojo. Un día van a dejar tuerto a alguno. Hagan el esfuerzo y estiren un poco el brazo para arriba, desconsiderados...
Tercero: Paraguas modelo sombrilla. Con punta arriba como si necesitaran antena. Paró de llover y sus portadores los llevan cerrados en la mano, en posición horizontal, los bambolean de adelante hacia atrás como si esperaran clavárselo al que se acerque demasiado. Y en una calle porteña, acercarse demasiado, sucede.
Otro punto que me genera mucho disgusto con respecto a estos adminículos es la falacia histórica en busca de protagonismo. No existían (época gloriosa) los paraguas en 1810, según me enseñó mi profesora de Historia del secundario. Un pintor posterior decidió darles el protagonismo en un cuadro sobre el Cabildo Abierto y ahí quedaron, como falsos cómplices de la gesta patriótica.



Hoy no llueve, mejor, así no tengo que dar esta explicación a cada uno que me ve andando (y a veces cantando) bajo la lluvia y me pregunta escandalizado:"¿Cómo? ¿Con este día y no trajiste paraguas?"